La trascendental importancia del simbolismo, como medio de aprendizaje, constituye uno de los fundamentos de la Masonería y es el legado que ha recibido de sus antecesores operativos y que sigue siendo la mejor manera de transmitir su pensamiento y el más firme soporte en el que se basa su unión. Esto no quiere decir que lo considere como un fin en sí mismo. El símbolo es la representación visible de una idea o una fuerza que detrás de él se encuentra. Es el instrumento a través del cual las ideas llegan a manifestarse, y a la vez el más apropiado vehículo, que, conducido adecuadamente, llevará precisamente a la comprensión y a la identidad con la energía que detrás de él se oculta.
El Símbolo vela su contenido a quienes no están capacitados para ver; pero lo revela a los que están dispuestos a ver más allá de las simples apariencias y a desentrañar el profundo misterio de su significado. Pero por eso mismo el uso del simbolismo es un medio y no una finalidad. Sin embargo, la Masonería siempre supo que ese medio es el más ajustado a la naturaleza humana, cuando se trata de transmitir y preservar las ideas más elevadas y sutiles. Por eso siempre lo ha utilizado, inculcando en los verdaderos masones el deber de meditar constantemente en el profundo sentido que encierran sus templos, ritos e instrumentos de trabajo.
De todos los símbolos masónicos, el ser humano es el más importante pues se le considera como un Templo; un pequeño universo que contiene dentro de sí todas las posibilidades del Ser; un microcosmos creado a imagen y semejanza del macrocosmos, y que como éste es el símbolo del espíritu que está en todo y que no es otra cosa que la esencia y la suprema identidad. Existe por lo tanto una clara relación analógica Ser Humano-Templo-Universo. Es por eso que al conocer la dinámica de las logias, al realizar en forma perfecta los ritos, y al tratar de interpretar los misterios y secretos de la cosmogonía, la Masonería practica el arte supremo del auto-conocimiento; el Arte Real que permite a los iniciados sumarse a la Gran Obra y realizar la construcción interna y externa que permitirá el restablecimiento de la unidad, la paz y la armonía. Siendo uno de los principios de la Masonería la libertad de pensamiento, es lógico que se encuentre divergencias entre los puntos de vista filosóficos, religiosos o políticos de los distintos Hermanos y Hermanas.
Pero estas diferencias y matices enriquecen al momento del intercambio de conocimientos y en el contraste de las posturas. Esto sucede porque los masones se encuentran unidos gracias a los símbolos y ritos que les caracterizan, les enseñan y les alimentan con tan notable influjo espiritual. Es esto lo que ha distinguido a la Masonería desde sus orígenes y lo que ha hecho posible que no desaparezca y no pierda su universalidad, provocando que los iniciados de todos los tiempos escriban las páginas más brillantes y trascendentales de la historia, haciéndose partícipes de la emancipación de los pueblos en su lucha contra todos los dogmatismos, fanatismos y de cuanta tiranía ha azotado a la humanidad.