Los retos de la Masonería frente al futuro, por Ascensión Tejerina.

La reflexión en torno a los retos a los que se enfrenta hoy la institución masónica, no puede ser más oportuna. Igual de oportuna, necesaria incluso, que lo es para todas las organizaciones, disciplinas y ámbitos de la vida, porque el futuro se precipita sobre nosotros a una velocidad que más se parece a un tsunami que al vaivén de las mareas. En un estudio de Sociología de la Sociedad de la Comunicación, Josep Burcet dice:

“A primera vista se ve fácilmente que la transformación que están sufriendo las culturas está directamente relacionada con las turbulencias económicas, la aparición de nueva tecnología, la creación de nuevo conocimiento y la irrupción de paradigmas distintos que barren literalmente nuestras creencias y convicciones más arraigadas.

La parte más peliaguda del asunto es que esta transformación se complica extraordinariamente por la cohabitación cada vez más estrecha de la gran diversidad de culturas que conviven ahora mismo por el mundo.”

En un escenario de cohabitación de culturas distintas cada vez más denso y extenso, es de temer que las diferencias entre estas aumenten los problemas y fricciones generados por la intransigencia, el recelo inter-étnico, la intolerancia y el desencadenamiento de la violencia. Todas esas cosas dependen fundamentalmente de la capacidad que cada cultura posee para asimilar novedades, o al menos para tolerarlas.

Teniendo en cuenta la velocidad de los cambios que se están produciendo y el cada vez mayor caudal de novedades que estos aportan, algunos sociólogos han tipificado hasta 6 categorías de culturas en función de la capacidad que estas tienen de asimilar dichas novedades.

Ante esta situación, pues, todos tendremos que renovarnos si queremos desempeñar un rol activo en esta nueva humanidad que ya está en marcha. La supervivencia solo es posible si, entre los hilos que trenzan la cuerda de nuestra realidad actual, hay uno al menos que pueda seguir siendo útil en los nuevos escenarios que se vayan configurando. Entonces, la pregunta sería ¿la masonería posee algún rasgo esencial en su ser que pueda tener una utilidad en el mundo que se nos avecina? Si así fuera, este rasgo tendría que tomar un protagonismo configurador de toda la acción de la institución. El reto principal sería el de orientar todos los demás aspectos del trabajo masónico hacia esa función principal. Es como si la catedral que antes construían los masones operativos tuviese que ser sustituida por algún producto concreto que fuese a jugar un papel determinado en la sociedad que se está gestando.

La masonería se define a sí misma como progresiva; esto quiere decir que aún cuando utiliza unos ritos y símbolos ancestrales, la interpretación que de ellos hace va actualizándose día a día, ajustándose a la evolución de los conocimientos y las mentalidades. Por eso es útil aquí añadir a las explicaciones dadas por los prestigiosos historiadores, el punto de vista de un masón de cómo se entiende hoy la masonería desde dentro, para que complementemos la visión aportada hasta aquí. Para ello, a continuación voy a desarrollar sucintamente algunos conceptos que pueden ayudar a comprender, en términos de ideas, este complejo mundo. Estos conceptos, para facilitar su comprensión, suelo enmarcarlos en una definición que presenta la masonería como UN FILOSOFAR, UN MÉTODO y UN COMPROMISO.

Primero: UN FILOSOFAR.

Entendiendo, como decía el filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause, que la ocupación de la Masonería es atender a lo que es común a todos los seres humanos en cuanto que puro y completo Hombre, yo me voy a permitir ahondar en esta línea de razonamiento.

Si bien es difícil definir lo esencial del ser humano en una sola frase, podemos señalar como uno de los fundamentos de su existencia el PENSAR. Como decía Husserl, el pensar es, esencialmente, pensar que se piensa a sí mismo. En la libertad que nos viene dada por esta estructura del pensar radican las conquistas que el hombre puede llevar a cabo en distintas esferas. En el terreno ético y personal, la posibilidad de que podamos adueñarnos de nuestros propios valores y de asir el destino individual se asienta también en el comprender el “a priori” de los modelos en los que se basa la misma comprensión. Asimismo, dentro de la esfera política y social, el desarrollo de una ética y de unos criterios propios son los verdaderos cimientos de una democracia y de una sociedad participativa y deliberativa. Nuestra democracia, especialmente, necesita individuos capaces de obligar a la clase política, mediante una crítica sólida, a volver la mirada hacia la realidad e intereses genuinos de la sociedad. Éste es un trabajo que sólo puede ser el fruto de un pensamiento crítico, verdaderamente comprometido con lo humano y con la contundencia suficiente como para crear hábitos y tradición.

La filosofía, por su parte, es, justamente, la ciencia del “a priori”. Porque a la comprensión del hombre le resulta abierto el “a priori”, podemos decir de él que es, en cierto modo, constitutivamente filósofo. Claro que ello no nos autoriza en ningún momento a suponer que podemos prescindir de la filosofía como ciencia con la esperanza de que nuestra constitutiva condición de filósofos más la mera yuxtaposición de experiencias vividas serán suficientes para nutrir nuestro pensamiento. Pero es en este rasgo constitutivo en el que se fundamenta la Masonería para intentar cultivar la integralidad del Hombre que somos y por eso la Masonería tiene necesariamente que ser un filosofar. La Masonería apuesta, pues, por una sociedad de individuos capaces de hacerse a sí mismos y de apropiarse de sus valores éticos y morales. Todo su método se fundamenta en la provocación de este encuentro consigo mismo, con su ser, que debe necesariamente expresarse en términos de libertad y de autodeterminación.

Los talleres masónicos suelen ser foros de debates de carácter ético-filosóficos, que ponen a prueba el grado de validez de las ideas de cada uno, su capacidad para defenderlas, mejorarlas y ejercer la tolerancia como cualidad indispensable para la convivencia. Cuanto más compleja es la sociedad más necesario se hace este ejercicio, más profundo debe ser el análisis ético de las nuevas circunstancias que los acontecimientos van conformando porque estos son cada vez más profusos e interrelacionados, es decir, más complejos y más co-implicados. O el individuo se capacita en la construcción de su propia ética y de su propia interpretación del mundo para tomar sus propias decisiones, o tendrá que utilizar la ética de otros y la interpretación de otros. Serán otros los que te piensen.

Segundo: EL MÉTODO.

La Masonería es un método en cuanto que se proponen unas pautas que si son practicadas tal como el propio método lo especifica conducirá al individuo, en un alarde de LIBERTAD, a la toma de posesión de sí mismo. Este método es lo que convierte a la Masonería en una TRADICIÓN INICIÁTICA. Estas pautas son, fundamentalmente, unos ritos, unas disciplinas de conducta y, sobre todo, un lenguaje propio y específico para pensar adecuadamente acerca de nuestra naturaleza y de nuestro ser, y que recogen la experiencia acumulada a lo largo de la historia en la tarea específica de devenir HOMBRE, con mayúsculas.

Al que se inicia en Masonería se le dan, nada más entrar, dos encargos que van a constituir sus tareas principales: Constrúyete a ti mismo (Pule tu piedra, Lo que tú haces te hace), y Conócete a ti mismo (este aforismo estaba inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos). Y se le dice: “esto solo puedes lograrlo 1) con el concurso de los demás, 2) aprendiendo a interpretar los símbolos y 3) adoptando una actitud productiva”.

PODRÍAMOS DECIR QUE LA VIA INICIÁTICA ES HERMENÉUSIS VIVIDA.

El lenguaje iniciático es, pues, simbólico, sus ritos son discursos simbólicos y alegóricos que representan una guía para adentrarnos en un mundo interior. Cuando en el mundo exterior queremos desplazarnos a una calle de nuestra ciudad que no conocemos nos guiamos por un mapa que nos conduce con precisión a nuestro destino. El mundo interior se caracteriza porque todos sus contenidos son subjetivos y experimentales, es decir, todo lo contrario del objetivable mundo exterior. El primero está poblado de sensaciones, emociones, ideas, creencias, seguridades, deseos, proyectos, miedos, complejos, etc. Sin embargo esta aparente selva tiene una estructura y una dinámica que pueden ser gestionadas. Todo progreso en esta gestión se pondrá de manifiesto en un progreso en la gestión de ese otro mundo exterior, aunque sólo sea en términos de comprensión: Si me comprendo mejor a mí mismo, comprendo mejor al otro. Pero el lenguaje utilizado en ese mundo interior es uno muy peculiar: el SIMBÓLICO. El ritual es pues ese discurso simbólico vivido que nuestro mundo subjetivo es capaz de reconocer por estar escrito en su “lengua materna”.

Todos los elementos simbólicos de nuestro método masónico conducen a este fin, nos muestran el camino, nos dosifican el esfuerzo, nos gradúan los obstáculos. Pero estos símbolos requieren una exégesis hermenéutica porque la Vía Iniciática y la Hermenéutica persiguen el mismo fin: el desvelamiento de lo que hay de sagrado, de verdad, de auténtico, en nosotros, en los demás y en los entes que nos rodean, y por ende la invisible relación que existe entre todos.

PODRÍAMOS DECIR QUE LA VIA INICIÁTICA ES HERMENÉUSIS VIVIDA.

Tercero: UN COMPROMISO.

Compromiso por cuanto que la masonería no es un simple laboratorio de especulación, si no que la transformación que se opera en el individuo desemboca en una asunción de responsabilidad primero consigo mismo y después con el mundo. Este compromiso se concreta en tres finalidades que podríamos llamar: la finalidad CONSTRUCTIVA, la finalidad EDUCATIVA y la finalidad ÉTICA.

1.- Finalidad constructiva:

Es característico que cualquier actividad profesional desarrolle un argot que le es propio y con el cual puede abordar su trabajo con la precisión y matización que este requiere y que el simple repertorio léxico común no permite. También es característico que este vocabulario profesional lo utilice para interpretar y expresar otros ámbitos de la vida estableciendo analogías y metáforas entre un universo semántico y otro. Esto es lo que le ocurre al masón cuando inscribe toda su panoplia de principios, valores, métodos y fines en lo que podríamos llamar LA METÁFORA DE LA CONSTRUCCIÓN.

Así, para el masón, la vida es una construcción en un escenario en el que asume un doble trabajo edificativo: por una parte, una construcción interna, por otra parte, una construcción externa.

Para el trabajo de construcción interna parte de un principio fundamental de la tradición gremial: LO QUE TU HACES, TE HACE, que viene a completar el otro principio de la tradición iniciática: CONOCETE A TI MISMO que citamos antes. De estos dos principios se deriva toda una declaración ontológica que podríamos resumir así: PROGRESA-CONOCIÉNDOTE (progresar es conocerse), TRABAJANDO-PRODUCIENDO (uno se conoce trabajando y trabajar no es sólo ocuparse, es rendir un producto), PARA SER TÚ MISMO (Progresa trabajando, para ser tú mismo / Conócete produciendo, para ser tú mismo).

ASÍ PUES, COMO VEMOS, EL COMPROMISO MASÓNICO ESTÁ ÍNTIMAMENTE LIGADO AL CONCEPTO DE CONSTRUCCIÓN.

Para el trabajo de construcción externa, el masón parte también de una evidencia que le demuestra cotidianamente su quehacer profesional: LA COORDINACIÓN DE LOS ESFUERZOS PARA EL FIN PRODUCTIVO COMÚN. La sociedad es pues una suma de aportes. Esto obliga a convenir, pactar, mediar, entenderse… en definitiva civilizarse. La dinámica del pillaje, del botín, del aprovechamiento del producto del otro o el abuso de la naturaleza no es admisible, desde esta perspectiva.

Así mismo, este compromiso con una actitud constructiva sitúa el concepto de libertad en su justa medida, entendiéndolo no solo como la posibilidad de elegir entre lo ya dado, como una libertad de consumo, sino como la capacidad para construirnos nuestras nuevas alternativas. La originalidad buscada, pues, no es el escoger la manera en qué queremos estar sino un escoger qué queremos ser, que queremos producir, cómo queremos producirnos, qué don de nosotros mismos queremos brindar a los demás. Es una cuestión que se inscribe en el tiempo aunque se manifieste en el espacio.

Y de esta manera de concebir al individuo y a la humanidad se derivan los tres principios emblemáticos de la Masonería: LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD.

Así pues, como vemos, el compromiso masónico está íntimamente ligado al concepto de construcción.

2.- Finalidad educativa:

Otro aspecto fundamental del compromiso masónico es el educativo. La cultura y el conocimiento son los únicos agentes capaces de liberar al individuo del determinismo de sus condicionamientos, incluso de aquellos que la propia cultura puede “ensemillar”. Por eso la Masonería se constituye en espacio docente para sus miembros, aplicando una pedagogía que le es propia y que denota un gran conocimiento de la naturaleza y la psicología humanas. Por eso también la Masonería es fundamentalmente TRADICIÓN, y tradición implica transmisión.

Así, la educación es un pilar esencial de la acción masónica. Ofrecer a las personas herramientas para que puedan construirse las mejores posibilidades para su desarrollo, dándoles elementos de reflexión, incitándolas a la investigación, al estudio y a desarrollar su capacidad crítica, y proporcionándole escenarios de convivencia en los que tiene que poner a prueba sus virtudes humanas. Este particular método de enseñanza se distribuye en tres grados o etapas conocidos como GRADO DE APRENDIZ, GRADO DE COMPAÑERO y GRADO DE MAESTRO.

Este compromiso con la enseñanza es la razón por la cual la Masonería, o si se prefiere el ideal masónico, tuvo mucho que ver con la difusión de ciertas ideologías más o menos conexas con el mundo de la educación, como la escuela moderna de Ferrer y Guardia, con la Institución Libre de Enseñanza, con la escuela única, con los librepensadores, con la laicidad en la enseñanza… ya que una de las máximas preocupaciones de la Masonería ha sido siempre todo lo relacionado con la educación del hombre en sus distintas etapas de la vida.

3.- Finalidad ÉTICA:

Otra idea fuerza que sintetiza un tercer aspecto del compromiso masónico dentro de nuestra tradición es la definición que damos de una logia como CENTRO DE LA UNIÓN, aspecto que recoge las Constituciones de Anderson (que son las que fundan la masonería moderna).

El origen de todas las persecuciones y desconfianzas que ha padecido la masonería, tanto por parte de la Iglesia como por parte de ciertas monarquías y de todos los regímenes totalitarios (Cuba es una excepción) es que se practica y se busca en las logias una convivencia fraternal y mutuamente enriquecedora entre diferentes sensibilidades y perspectivas, religiosas, políticas, étnicas, etc.

La Masonería se fundamenta en un marco de valores comunes. Como dice Javier Otaola, esos valores actúan como “una “matriz de sentido”, a partir de la cual cada masón construye su propia perspectiva de sentido. Se presenta a sí misma como un meta-sistema, para permitir el pluralismo de sistemas en su interior, para constituirse en un centro de unión entre “constructores” que llegan a la logia desde horizontes diferentes, con sus propios referentes, para permitir el diálogo y la comunicación entre quienes de otro modo permanecerían incomunicados.”

Este objetivo de reunir lo disperso, de entendernos con el diferente, constituye la esencia misma del método masónico. Esto obliga a un continuo cuestionamiento de nuestros propios posicionamientos y buscar las claves éticas que permitan la mejor expresión de todos sin perder de vista el objetivo constructivo común.

Hay que decir que en esta finalidad se encuentra la verdadera piedra de toque del sistema. Convertirse en un espacio de REFLEXIÓN ÉTICA es la máxima aspiración que puede alimentar una logia y el mejor ejemplo de sociabilidad que pueda experimentar un masón.

La laicidad preconizada por la Masonería en el ámbito político no es más que la extensión de este principio de convivencia.

Pero por Ética no solo debemos entender el ejercicio de reflexión aplicado a la valoración de las conductas humanas. También es la búsqueda de aquello que quiero ser y hacer que mejor le va a la forma en que mejor me reconozco a mí mismo, la búsqueda de mi “êthos[1]”, de esa casa mía en la que me encuentro a mí mismo, en la que no me soy ajeno. Descubrir si soy un peral o un membrillo o un naranjo, o si sólo soy chopo que cultivan otros por mi madera.

[1] “êthos”: Para J.L. López-Aranguren, el primer y más antiguo significado de este término griego es el de morada, residencia.

Ética y moral, desde la etimología: La palabra ética proviene del griego êthos y significaba, primitivamente, estancia, lugar donde se habita. Posteriormente, Aristóteles afinó este sentido y, a partir de él, significó manera de ser, carácter. Así, la ética era como una especie de segunda casa o naturaleza; una segunda naturaleza adquirida, no heredada como lo es la naturaleza biológica. De esta concepción se desprende que una persona puede moldear, forjar o construir su modo de ser o êthos.
¿Como se adquiere o moldea este êthos, esta manera de ser? El hombre la construye mediante la creación de hábitos, unos hábitos que se alcanzan por repetición de actos. El êthos o carácter de una persona estaría configurado por un conjunto de hábitos; y, como si fuera un círculo o una rueda, éste êthos o carácter, integrado por hábitos, nos lleva en realizar unos determinados actos, unos actos que provienen de nuestra manera de ser adquirida.

LOS RETOS

Veíamos al principio cómo la cantidad de los cambios que se anuncian y la velocidad a la que se producirán, será el principal hándicap que encontrará la humanidad para una distribución equitativa de la riqueza. Si el principio de igualdad se vulnera porque queda excluido de los grandes valores que establece el contrato social, el proyecto humano quedará comprometido seriamente.

En las sociedades tradicionales, la conducta de las personas se orientaba por valores insertos en una narración, mito o cosmovisión que explicaba y fundamentaba cuales debían ser los vínculos interpersonales y las normas que debían regir la convivencia y que definía lo bueno y lo malo. El individuo encontraba también en estos relatos, respuestas a sus problemas existenciales: su razón de ser, su lugar y función en el grupo así como la recompensa o castigo que merecería en función de su comportamiento, ya fuera en términos de promesas de salvación o de inmortalidad, de paraísos o de infiernos. Es interesante resaltar dos características de este tipo de sociedad:

1) El peso de una fuerte tradición infiltrada hasta la médula, que convertía a la comunidad en una red de vigilancia mutua, al mismo tiempo que esa tradición vivida en los actos cotidianos proporcionaba a sus miembros el sentido de la vida; y

2) La relativa sencillez con que ese miembro podía interpretar intuitivamente el marco general de la tradición dándole la sensación de comprender el mundo de la vida.

El Hombre de la postmodernidad, por el contrario, no dispone de un discurso explícito que ponga en conexión las normas con su fundamentación. La súper-especialización en todos los ámbitos de la vida es tan monstruosa que el Hombre común ha renunciado a comprender los entresijos de esta complejidad en la que vivimos y que solo equipos de especialistas pueden aspirar a entender. Para tomar sus decisiones acerca de su proyecto vital, este hombre de hoy se rige por unos objetivos muy entendibles para él: el éxito, el disfrute, la imagen y el dinero. Sabe que para ello necesita: 1) trabajar y 2) respetar las leyes, pero sus metas son ahora alcanzables en un mayor o menor grado. Las explicaciones que tienen su origen en las distintas cosmovisiones religiosas han quedado difuminadas en el trasfondo de la consciencia colectiva, manteniendo, en aquellos que quedan frustrados en este mundo, una pequeña ventana abierta a la ilusión o la esperanza de un mundo mágico en el que puedan alcanzar una suerte de inmortalidad.

Sin embargo, la índole de los problemas que vamos a sufrir necesitará, cada vez más apremiantemente, la intervención de una ciudadanía capaz de entender el alcance moral de las leyes y decisiones que emanen de los poderes económicos/financieros y políticos, si queremos que la razón y la ética recuperen el alma del contrato social.

LA VIGENCIA DE LA MASONERÍA

Hace un momento, cuando quería dibujar un perfil de la institución masónica, la definía como un filosofar, un método y un compromiso. Este compromiso representa el ámbito de acción, la trascendencia social a la que aspira la Orden masónica. Se señalaban tres finalidades principales: la finalidad constructiva, la finalidad educativa y la finalidad ética.

Personalmente, veo, en esta finalidad ética ese rasgo que, emanando del propio ser de la masonería, de su propia esencia, merece ser promovido para ocupar un rol principal por la contribución que puede aportar en una sociedad que tendrá que pelear con uñas y dientes para no ver degradadas las conquistas hechas en el pasado en el terreno humanístico, pero sin comprometer las que quedan aún por conseguir.

Vamos a entrar un poco más en el detalle de cómo la ética del debate se halla incorporada en los hábitos y formatos del quehacer masónico. Forma parte del trabajo en las reuniones de la logia que los hermanos lean y defiendan textos o ponencias con sus reflexiones sobre un tema que se les haya propuesto o ellos hayan elegido. He aquí como se desarrollan estos intercambios de ideas:

En primer lugar hay que decir que la logia, proporciona un espacio de trabajo y unas estrictas reglas de procedimiento que garantizan la posibilidad de entablar estos debates entre los participantes. Aquí también, una fuerte presencia de símbolos asegura el cumplimiento de estos aspectos normativos del trabajo masónico. Estos símbolos se distribuyen alrededor de dos ideas centrales:

Primera idea: El concepto de reconocimiento

Las condiciones previas que se dan en todo proyecto de construcción social son siempre las mismas: 1) el reconocimiento de otros iguales, 2) el reconocimiento de que existe una problemática común y 3) la idea de que, en cooperación, podemos afrontar dicha problemática con mejores oportunidades de éxito.

En la idea de reconocimiento subyacen dos intenciones imprescindibles a la hora de acometer un proyecto común de cualquier índole: 1) La presencia del “otro”, en el trabajo (y por supuesto las minorías), no es un capricho o un gesto de generosidad, es un requisito “sine qua non” y 2) Todos los presentes se reconocen mutuamente compartiendo un mismo catálogo de principios y valores mínimos, de manera que todos puedan esperar del otro la capacidad y la voluntad de aceptar las reglas del juego, el marco general.

Es fácil reconocer en nuestros ritos, usos y costumbres la profusa presencia de estos símbolos de reconocimiento: desde el retejo (que son unas fórmulas para reconocerse como masón), las credenciales, los acuerdos inter-obedienciales con sus protocolarias firmas de acuerdos,… hasta la pregunta ritual del VM al empezar los trabajos “¿Sois Masón, Hermano Primer Vigilante?” a la que éste responde “¡Por tal me reconocen mis Hermanos!”, o la exigencia previa de ser persona libre y de buenas costumbres.

Segunda idea: Las condiciones para llegar a acuerdos

¡Pero, no basta con que todos los presentes compartamos la misma condición de, seres humanos, o demócratas o masones! Además, es necesario que, ante el caso concreto que nos toca debatir hoy, aquí y ahora, de abordar tal o cual cuestión, verifiquemos que se reúnen las condiciones que procuren óptimamente la posibilidad de llegar a entendernos a través de un intercambio de argumentos sostenidos por la razón. También aquí se trata de condiciones procedimentales en las que nuestro protocolo no transige. Hagamos un rápido repaso de estas:

1) Nos aseguramos de que establecemos las condiciones logísticas de tiempo y espacio para dedicarnos con la atención debida y sin perturbaciones a los asuntos que deben tratarse. (Venerable Maestro, el primer deber de un Vigilante en logia es asegurarse de que el templo está debidamente cubierto.

2) Nos aseguramos de que todos los presentes tienen las capacidades suficientes y necesarias para comprender los asuntos que se van a tratar y para defender sus puntos de vista. (Venerable Maestro, el segundo deber de un Vigilante en logia es asegurarse de que todos los asistentes son aprendices francmasones, están en su lugar y sitio que les corresponde:) Estas capacidades son:

Capacidad de escucha (y por eso los aprendices empiezan ejercitándose en el callar).
Capacidad para decidir libremente la validez del argumento del otro, sin coacción (y por eso se nos exige ser libres. Solo en libertad se puede construir una sociedad humana.).
Capacidad justificativa de un SÍ o un NO (Una de las finalidades de las aplomaciones es comprobar que el postulante tiene suficientes facultades intelectivas).
3) Nos aseguramos de que todos, cuando intervienen, lo hacen con sinceridad y buena fe. (por eso se requiere que el masón sea persona de buenas costumbres; y por eso también durante su intervención el masón debe permanecer “al orden”, alejando de sí toda intención engañosa o malintencionada).

4) Nos aseguramos de que todos los participantes tengan las mismas oportunidades para expresarse con equidistancia y equivalencia, y por eso disponemos de un complicado y milimetrado protocolo que establece como pedir la palabra, cuantas veces podemos pedirla, como tenemos que dirigirnos a los presentes, a quién tenemos que mirar, como tenemos que permanecer y quiénes son los árbitros del debate.

5) Nos aseguramos de que nuestras pretensiones argumentativas serían equivalentes si las mantuviera otro desde su perspectiva porque estas tienen que ser reversibles. (¿y no es eso lo que pretende el principio moral que se nos da cuando nos iniciamos: “no hagas a otro lo que no quisieras que te hagan a ti; has a otro todo el bien que quisieras que te hagan a ti?”)

6) Nos aseguramos de que están presentes todos los afectados por los asuntos que se vayan a tratar. (y por eso deben aportarse las excusas de los hermanos ausentes, porque es la manera simbólica que tenemos para que estén presentes en nuestra mente.)

Estos requisitos que acabamos de ver son los que estipulan nuestros ritos y usos para procurar que la logia sea verdaderamente un templo del logos, un lugar donde la razón sea la única arma para dar validez a los argumentos. Como todos los masones sabemos, estos protocolos se practican cotidianamente en nuestras logias porque son parte estructurante del método.

RECAPITULACIÓN

Recapitulemos ahora las razones que hacen que el método masónico pueda proporcionar a aquellos que lo practican, un conjunto de herramientas conceptuales, de prácticas, de escenarios, de principios y de valores, particularmente interesantes y útiles que les van a facilitar la comprensión del mundo que les rodea, la índole de los problemas que los aquejan y les puede orientar sabiamente en su tránsito por la vida.

La Masonería recupera el justo sentido del Ser que ni tiene por qué ser una esencia inconmovible e inefable, ni tiene por qué consistir solamente en una entelequia molesta. Su peculiar valor se pone de relieve en la obra que podemos realizar, pero su utilidad cotidiana se verifica en el sentimiento de seguridad en nosotros mismos que nos proporciona. Por eso la Masonería se preocupa por la formación del individuo en su dimensión existencial haciéndole reflexionar sobre los eternos problemas que el ser humano lleva en su mochila desde que le dio por pensar.

La Masonería recupera el justo sentido del ente social: El individuo sólo es posible en sociedad pero la sociedad debe servir para que el individuo pueda desplegar todo su potencial. No caben ni colectivismos ni liberalismos, ni individualismos. En su preocupación por los principios de la buena coexistencia, la Masonería procura la formación en valores universales de convivencia adquiridos en comunidad.

La Masonería se constituye en un espacio permanentemente abierto a la reflexión ética. Este espacio es regido por la razón y ofrece todas las garantías para que la argumentación de las ideas pueda darse con la pretensión de llegar a acuerdos; una argumentación que se basa en la veracidad, busca la validez y reserva para la verdad su valor epistemológico. Este espacio se caracteriza por la diversidad convocada y la tolerancia que la hace posible.
La Masonería no exige un bagaje metafísico importante y esto da cabida a todas las cosmovisiones. Por lo tanto nadie queda excluido por motivos de creencias.

La Masonería mantiene un compromiso muy fuerte con la JUSTICIA y la RAZÓN, que son irrebasables.

La Masonería reúne, alrededor de una tradición y unos símbolos, a personas para forjarlas en unos principios de solidaridad, de racionalidad, de participación, de libertad y de justicia que son los que nutren un sistema democrático. El hecho de que estos principios y valores se lleven a la práctica cotidianamente en la vida de la logia y además estén engarzados en el Rito como si fueran brillantes que dan valor a una corona, hace que queden grabados en la conciencia del masón con una eficacia que la repetición se encarga de remachar.

CONCLUSIÓN

De todos los aspectos que hacen de la Masonería un proyecto con plena vigencia en la sociedad actual y próxima, hemos querido destacar solo aquellos que rinden su utilidad porque dotan al individuo de músculo para resistir los efectos perniciosos que conlleva el estilo de vida instalado. El ser humano tiene que recuperar su peso específico para ser agente en lugar de vehículo, y tiene que recuperar también su capacidad crítica y defenderla con la validez de sus argumentos. Es necesario que sepa construir su proyecto vital y adecuarlo útilmente en la comunidad.

He dicho.

Ascensión Tejerina, Ex Gran Maestra de la Gran Logia Simbólica de España.

Fuente: Masonería Española

 

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