Equidad y Educación.

Con el propósito de desarrollar el eje temático del presente trabajo es necesario deslindar los conceptos de equidad y educación, con el objeto de aclarar a que aluden estos términos y cuál es su significación real e implicancia que tienen hoy en nuestro medio educacional.
El término equidad es de vieja data, Aristóteles es uno de los primeros filósofos que reflexiona sobre este concepto y nos dice que lo equitativo es una rectificación de lo que es justo, legal; luego añade que lo equitativo es aquello justo que va más allá de la ley escrita. Esto significa que la ley no es del toda justa, porque no es posible abarcar en ella todos los casos en su singularidad, ya que siempre van a darse excepciones en la ley que se deberán abordar. En este caso interviene la equidad.

Por consiguiente, la equidad tiene que ver con el hecho que el obrar humano acontece en el ámbito de lo válido, creíble, esto es, de lo verosímil y en consecuencia, no se puede exigir una exactitud lógico- matemática en los juicios o apreciaciones, sino a lo sumo una actitud ética-moral de hacer el bien y evitar el mal.

En consecuencia, si nos atenemos al sentido y significado del término equidad, éste no se refiere a la igualdad de trato o de oportunidades; sino que su fundamento radica en el ser humano como ser íntegro y cabal que es paradigma del obrar humano y que se sitúa más allá de la ley misma y de las normas sociales injustas. Alude a formar una persona que tenga una alta concepción ética y valórica. Este es el objetivo deontológico en que se debe fundamentar la equidad en nuestras sociedades.

En suma la equidad tiene que ver con la formación ética de una persona, con ir más allá del deber y la justicia. Es mirar al ser humano desde su individualidad y no exigirles a todos que rindan lo mismo, sino considerar la naturaleza individual y las capacidades propias de cada ser humano. Es mirar a la persona como ser singular e irrepetible. En rigor, significa no exigirle a una persona más de sus capacidades, sino, por el contrario, poner el acento en sus aptitudes y habilidades.

Cabe mencionar que, por estas y otras consideraciones, en la cultura griega, el concepto educación era uno de los más importantes, tal era su preponderancia que consideraban a este término central en el desarrollo de la polis griega y del Estado. Aristóteles decía que uno de los deberes inalienables del legislador era cuidar y vigilar la educación.

La educación era para los griegos un proceso de perfeccionamiento que tenía que ver con la formación del Ser; en consecuencia, la educación era un modo de vida que duraba toda la existencia de una persona, es decir, perduraba tanto como la vida de ella. Por tanto, era una disciplina formativa que lleva al ser humano a conocerse a sí mismo desde un punto de ético y moral. El Ser humano no puede conocerse a sí mismo y ser auto consciente sin conocer el mundo y la sociedad que lo rodea con sus vicios y virtudes. Por lo mismo el aprender es un proceso individual en donde no se puede obligar a nadie a estudiar en un sistema rígido de enseñanza – aprendizaje, se les debe mostrar el camino para que cada uno aprenda por sí mismo, de acuerdo con sus capacidades innatas.

Si analizamos la educación desde la equidad podemos decir que consiste en centrarse en el Ser de cada persona y dejar que éste en función del proceso de enseñanza – aprendizaje desarrolle la eudemonía, con el objeto de llegar a ser una persona con un alto estándar ético y valórico.

Si nos detenemos en el concepto de educación, hoy en día, podemos colegir que tenemos una acepción vulgar en donde se entiende ésta como un proceso meramente de conocimiento e instrucción y otro filosófico que se refiere al proceso mismo de perfeccionamiento o bien como una serie de rasgos que distinguen a las personas que han alcanzado el perfil de hombre educado. Es esto último es lo más importante y difícil de alcanzar. Pues ser educado consiste en lograr que una persona haga por sí misma lo que debe hacer, en el marco de un hacer ético y moral.

Como se puede apreciar la educación está íntimamente ligada con un proceso formativo del Ser en donde su valor se centra en la formación ética de la persona, para que ella aprenda a conocer sus potencialidades y limitaciones, y desde su individualidad aportar a la sociedad.

Es en este punto en donde se conjuga el concepto de equidad y educación. En el primer término, se refiere al hecho de formar a una persona que es capaz de situarse más allá del bien y el mal, y decidir por ella misma en pleno derecho de la libertad absoluta de conciencia: obrar como individuo; en relación con el segundo término, es hacer uso del conocimiento y saber adquirido apelando al sentido común y a la práctica de nuestro desarrollo espiritual y social obtenido en el proceso formativo de nuestra existencia, en función y uso del saber y conocimiento de quienes nos precedieron.

Una vez deslindado y delimitado conceptualmente que se debe entender por equidad y educación es necesario situarlos en el contexto actual, con el propósito de advertir lo complejo que resulta hoy aprehenderlos en el contexto educacional actual. La razón es que nos encontramos ante un escenario complejo y difuso denominado Sociedad del Conocimiento, y se refiere al impacto que ha generado la tecnociencia y todo lo que se deriva de ella desde un punto de vista del conocimiento y por ende: ético y filosófico en nuestra sociedad. Por consiguiente, no se trata tan solo de un problema económico –de más o menos dinero- sino de un asunto más profundo que descansa en un tema de índole filosófico-antropológico, en donde el ciudadano común se encuentra sometido a estructuras de poder que le imponen un imaginario social y cultural.

Hoy por hoy, nos encontramos en presencia de un mundo que cambia vertiginosamente y es tan acelerado el cambio que no tenemos tiempo de dimensionar la magnitud y el impacto que tiene en nosotros. Este proceso no sólo está circunscrito a los medios de comunicación de masas y a la globalización de las comunicaciones sino a aspectos que atañen a la vida cotidiana de las personas como es el caso de la educación. Por ejemplo, qué tipo de currículum se debe implementar en los colegios y universidades cuando el saber en el mundo social cambia a pasos acelerados; o bien como cómo se le enseña a un niño o qué se le debe enseñar cuando tiene toda la información sobre el tema a su alcance en internet.

Los factores que inciden en esta sucesión de cambios en nuestra cultura, tienen que ver con el proceso de globalización que impacta directamente en el ámbito social, político y económico, cuyo corolario descansa en la denominada postmodernidad.

La globalización se define como aquel desarrollo económico, tecnológico, social, cultural y comunicacional a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo, unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que nos dan cuenta de un carácter global.

En lo social la globalización se manifiesta a través de un cambio sustantivo en la cultura occidental, se pasa de un mundo modelado por las ideologías políticas a otro conformado por fuerzas económicas y tecnológicas que operan una transformación en la organización espaciotemporal, en las relaciones y transacciones sociales de todo tipo, generando redes transregionales y transcontinentales de interacción y lo más importante de poder.

Básicamente se puede identificar como la extensión evidente y programada de actividades políticas – económicas concretas que rebasan cualquier tipo de frontera cada vez más permeables en determinados ámbitos geopolíticos. Se debe entender como acelerados cambios económicos – culturales, mediante relaciones de poder que socavan la rigidez de las actuales fronteras y el concepto mismo de Estado – nación.

En el medio político, la globalización se caracteriza porque la ideología queda relegada a un segundo plano es desplazada por el medio económico – financiero, en donde las grandes alianzas supraestatales y las grandes empresas transnacionales dan sentido a la nueva visión de la economía y de la realidad social de la población. Se pasa de un imaginario ideológico a uno de índole netamente económico.

El imaginario económico, hoy en día, es tributario de disposiciones de orden político y cultural que conforman en el escenario mundial, una nueva definición de los papeles que cumplen los gobiernos, Estados, empresas, organizaciones no gubernamentales (ONG), etc. en los lineamientos estratégicos de poder y en la concentración de esfuerzos por no claudicar ante el fin último de conquistar mercados mundiales que trasciendan las economías nacionales. Esto lleva a una competencia donde lo único que importa es lograr mejor calidad de producción para alcanzar más mercados, aunque esto vaya en detrimento de las personas.

Ante este nuevo escenario se les exige a los gobiernos que adopten políticas fiscales acordes a la globalización. Sin embargo, es obvio que si esas políticas de ajuste estructural no van acompañadas de políticas sociales apropiadas (alivio a la pobreza, cuidado de la salud, educación, etc.) excluirán a los pobres de los beneficios del crecimiento económico e incluso determinarán su mayor empobrecimiento. Es lo que sucede en nuestra realidad social.

Como hemos podido apreciar el fenómeno de la globalización se da en un marco más amplio: el de la postmodernidad. Ésta tiene su punto de arranque aproximadamente en los años setenta y se caracteriza fundamentalmente por la pérdida de sentido del Ser humano en la vida. Niklas Luhmann, al respecto nos dice que el sujeto desaparece, porque lejos de ser un agente constituyente es constituido en un proceso de selectividad contingente. Nos hallamos ante una razón funcionalista que autorregula el sistema.

Para los filósofos de la postmodernidad el ser humano ha muerto como ser trascendente y lo único que le queda es el imperativo técnico de la sociedad cibernética, está a merced de las estructuras de poder, no puede luchar contra ellas porque se encuentra en una indigencia existencial, esclavizado por el mundo de la virtualidad.

En este contexto las personas entran en una racionalidad funcional, estratégica, coyuntural que se traduce en una ética del “depende”. Frente a esta realidad se hace difícil entrever como es posible la justificación de la democracia y junto con ello poseer un mínimo de principios para resolver los problemas de las injusticias sociales. A juicio de Habermas, el pensamiento postmoderno responde a la capitulación del pensamiento ético de la ilustración.

En síntesis, lo postmoderno se define por un cambio en la relación con el problema del sentido: es la ausencia de valores en muchas actividades, porque no se sabe responder al problema del sentido de la vida o sencillamente para qué estamos en este plano de existencia.

Esta pérdida del sentido se traduce en los siguientes puntos:
• Los medios de comunicación de masas desempeñan un papel determinante pues son ellos quienes definen a esta sociedad no como una sociedad más transparente sino más caótica y más compleja.
• Las utopías se desvanecen en el aire y el ser humano queda prisionero del mercado como única vía de existencia. Las revoluciones sociales son reemplazadas por el consumo y el mercado.
• La participación política se hace virtual. El ser humano accede a la realidad a través de los mass media. Se convierte en un homo videns (aprehende la realidad a través de la T.V. o el ordenador) Por este motivo la realidad deviene en virtual.
• La realidad se desvanece en la virtualidad de la información. La comunicación reemplaza al ágora griega y el ser humano cada vez se sumerge más en la individualidad de la imagen.
• La multiplicación vertiginosa de las comunicaciones definida por el número creciente de subculturas que toman la palabra (redes sociales), hacen saltar la idea de racionalidad central de la historia.
• La sociedad estalla en una multiplicidad de discursos sociales impuestos por los medios de comunicación de masas e instrumentalizados por los grupos de poder que son los dueños de los medios, los que operan como distractores de los problemas centrales. Véase la farándula, el fútbol, la política etc.

Cabe señalar que antes del hecho de la postmodernidad y la globalización, en nuestro país, la educación obedecía a un modelo político. Éste reconocía el influjo de los movimientos sociales renovadores de la clase media que comenzaba a cobrar importancia en la vida pública. Después de la crisis de los años 30 se asume el compromiso histórico entre el Estado y la nación (surge el Estado Docente como motor de la clase media), el que tendrá como fin contar con una educación primaria pública, gratuita y obligatoria; educación secundaria de índole laica y orientada a sectores sociales menos favorecidos en el nivel superior. El lema: “Gobernar es educar”, en ese entonces, era un imperativo ético.

La guerra fría marcará un antes y un después en el sistema educacional latinoamericano y chileno: se establece el concepto de democracia como valor axial en la educación. En este ámbito las políticas educacionales generaron un sistema social en donde nos encontramos en presencia de un centro desarrollado y una periferia subdesarrollada, dando origen a un fenómeno social que lo podemos resumir de la siguiente manera:
a.- La educación es asumida como un medio para vencer el subdesarrollo;
b.- Y la educación como medio para salir de la pobreza, se da la movilidad social, lo que se traduce en educación igual ingresos. El énfasis se pone en la inversión profesional.
Como podemos ver la lógica educacional estaba guiada por el sistema político. Las reformas educacionales eran tributarias de la lógica política imperante en aquella época. Es decir, la educación se subordinaba al discurso político. No obstante, tenía un alto componente ético y valórico que se traducía en una concepción: pública, laica, gratuita y de calidad. Con un Estado Docente que garantizaba el acceso al sistema a todos los niños sin exclusión. De acuerdo con la Constitución Política de 1925, el Estado era el garante y responsable de la educación de los chilenos.

A partir de 1980 el escenario cambia y, contrario sensu, la política perderá su prevalencia, será sustituida por el discurso y lógica económica. De manera tal que ésta se estructurará sobre una base económica de corte neoliberal. Y de acuerdo con la Constitución Política de 1980, el Estado pasa de ser garante en la educación a ser subsidiario, pues, a partir de este momento, son los padres responsables de la educación de sus hijos y no el Estado.
El concepto central del neoliberalismo en educación es el de financiamiento basado en la demanda, este es el sentido último de la descentralización del sistema educativo. Es decir, la educación como producto no vale en tanto por lo que se ofrece sino en cuanto se lo demande.

La argumentación es la siguiente: las escuelas de mejor calidad serán las más demandadas. Y a mayor demanda, mayor cantidad de alumnos, y a mayor cantidad de alumnos mayores subsidios para los colegios y mejor remuneraciones para sus docentes. Cantidad y calidad deben conjugarse en función de los salarios docentes.
Milton Friedman lo resume de la siguiente manera: “es bastante deseable que todos los jóvenes, independiente de la riqueza, de la religión o del color, o, también, del nivel social de sus propias familias, tengan la oportunidad de recibir tanta instrucción cuanto puedan asimilar, siempre que estén dispuestos a pagar por ella, sea en el presente, sea a costa de rendimientos superiores que percibirán en el futuro, gracias a la instrucción recibida” (La tiranía del statu quo). La frase: sea a costa de rendimientos superiores que percibirán en el futuro, gracias a la instrucción recibida, surge el concepto que le da todo el sentido a la lógica educacional neoliberal y es el de: Capital humano.

La educación de acuerdo con este concepto se ve como una inversión a largo plazo pues el mercado redituará lo gastado una vez finalizado los estudios, reembolsando lo invertido y permitiéndole al profesional acumular capital. Pero si entendemos la educación como servicio público, arbitrada económica y culturalmente por el Estado esto no debería ser así.

La diferencia entre establecimientos municipales, privados subvencionados y privados como consecuencia de este rol subsidiario, que el Estado ha asumido en los últimos 20 años, provoca tal estratificación social en los centros, que genera desiguales grados de calidad y de prestigio ante la sociedad, lo cual, a su vez, perpetúa el proceso de reproducción social de las desigualdades de origen.

La educación es un bien social, es decir es un proceso productivo que genera conocimiento, integración de las personas a la convivencia social, lenguaje y ciudadanía. El impacto de la educación, en la constitución de las sociedades; en las formas que ésta asume, sus jerarquías y valores, sus grados de equidad o desigualdad y en definitiva en la capacidad política que entrega a los ciudadanos para participar activamente de la construcción de la misma es fundamental.

Esto implica que su calidad no puede ser distinta para unos o para otros, ni menos dejar su planificación en manos de lógicas que no se basen en los fines comunes que una sociedad haya establecido democráticamente. El impacto de la Educación en la sociedad no puede quedar en manos invisibles de nada ni de nadie, sino que debe ser un imperativo ético para todos los ciudadanos y de responsabilidad del Estado y no de grupos económicos o ideológicos.

Como se puede apreciar, en el pasado el modelo educativo tenía un sesgo político, hoy por hoy, obedece a un modelo económico que lo único que le interesa es formar profesionales funcionales a su modelo, alejados de todo orden ético y valórico. De ahí la importancia de pruebas estandarizadas (SIMCE) que se ocupa de monitorear el dominio de los estudiantes de materias del currículo escolar: 2°,4°,6°y 8° básico; y a 2° y 3° medio. A partir de los indicadores obtenidos en estas mediciones, se establecen las políticas de instrucción en el aula. Estas prácticas han llevado a disminuir la cantidad de horas de asignaturas humanistas o sencillamente no contemplarlas, porque no se requieren para el modelo de sociedad diseñado; no es necesario que un educando piense o se involucre en temas de índole social, sino un alumno que sepa resolver contenidos de carácter práctico. El interés no es formar personas, sino preparar “obreros especializados” en determinadas áreas del conocimiento y saber tecnológico.

Según la lógica del contexto precedente, se ha dejado de lado un aspecto central en el proceso pedagógico que tiene que ver con lo formativo. Este concepto es vital en cualquier proceso pedagógico que se precie de tal y más aún cuando el sistema educativo se define como laico. Se debe poner el acento en lo ético y en lo valórico, con el propósito de permitir que el alumno tenga la oportunidad de apelar a la libertad absoluta de conciencia y de este modo logre desarrollarse en armonía y en conjunción consigo mismo, y la sociedad.

Al dejar de lado el aspecto formativo, no se hacen cargo de educar, sino de algo más básico que es instruir. Lamentablemente en nuestro sistema educacional el énfasis descansa, hoy, en la instrucción más que en la formación del educando.

Es imperativo, por una parte, renunciar a la instrumentalización de la educación y, por otra, necesario perfeccionar el currículum con asignaturas que le permitan al alumno establecer un nexo con la sociedad y desarrollarse de manera íntegra. Para ello es necesario incluir más horas de filosofía, historia, literatura, educación musical, cívica y artes plásticas. Y hacer que éstas dialoguen con las denominadas científicas: matemáticas, física, química y biología. Si no fortalecemos el currículum educacional estableciendo un diálogo entre las asignaturas, nunca tendremos una educación con equidad, porque sólo estaremos “preparando” ciudadanos o personas funcionales a un modelo determinado, cuyo único fin es que se inserten en la cadena productiva y no formando Seres humanos, librepensadores.

No obstante, no basta con desarrollar un currículum con asignaturas que dialoguen entre sí; ello no es suficiente, hay una tarea mayor y esta es derrotar la desigualdad que en nuestro país se ha hecho un mal endémico. Si no somos capaces de trabajar por disminuir la brecha económica entre la población más rica y la más pobre, entonces jamás podremos llegar a tener una educación de calidad y equitativa.

De acuerdo con estudios realizados, estos nos muestran que la desigualdad económica conlleva diferencias educacionales importantes que se manifiestan a temprana edad, esto es, antes que se inicie la educación primaria o básica ya se observan problemas en aspectos relacionados con el desarrollo cognitivo en los niños. Infantes con sólo treinta y seis meses de vida, pertenecientes al quintil más pobre del país obtendrá a futuro 110 puntos menos en la (PSU) que uno del quintil más alto. Asimismo, jóvenes pertenecientes a los estratos más pobres del país obtienen resultados académicos mucho peores que los jóvenes pertenecientes a estratos más altos. (1).

Como podemos apreciar si, en educación, se trata de equidad debemos como primera cosa, modificar el currículum con el objeto de incorporar asignaturas que le permitan al niño o joven tener una mirada humanista de la sociedad en que vive y luego trabajar para disminuir la brecha económica y social entre los más adinerados y lo más pobres. Si no somos capaces de reparar en ello, entonces dejémonos de la majadería de repetir la monserga: “educación de calidad”, porque ésta va de la mano de la equidad. Hoy de acuerdo con la realidad que detenta el país es prácticamente imposible acceder a esta aspiración.

Por último, todos sabemos que en el modelo económico globalizado que vivimos las políticas educacionales las imponen, o digámoslo más suavemente las sugiere, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Interamericano de Desarrollo y pobre de aquellos que no acaten sus sugerencias, porque los marginan de sus préstamos y políticas de “desarrollo”. Mientras no desalojemos desde el ejercicio de poder de la economía neoliberal el concepto de educación, nunca lograremos tener una educación con equidad.
Educación con equidad significa formar Seres humanos capaces de decidir por sí mismos, libres de prejuicios. Debemos entender, de una vez por todas, que la educación debe ser inclusiva; ello significa desarrollar en cada uno de los educandos sus habilidades y potencial innato con miras a lograr una persona íntegra y proactiva socialmente antes las diversas dificultades que tendrán que enfrentar en el transcurso de su vida. Implica educar para la vida y aprender que amar la vida es conocer sus dificultades. Si lo logramos podemos hablar de equidad en la educación.

Por el Q.·.H.·. Fulvio Ciaffaroni Jara. Profesor, Doctor en Filosofía y Educación.

CITA:
(1) https://es.wikipedia.org/wiki desigualdad _en_ Chile.
BIBLIOGRAFIA:
1. https://filosofia.laguia2000.com-griega/filosofia-clasica.
2. https://lined21.com/postmodernidad.educativa/
3. www.milenio.com/firmas/…/modernidad.educación-milenio_18_878492169.html
4. https://www.uv.es/globeduc/globalización_y_educación.htm

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