Al cumplirse seis años del estallido social de octubre de 2019, en que el país entero pareció detenerse y mirarse al espejo. Las calles se llenaron de voces, de cansancio y de esperanza; de reclamos por dignidad, justicia y escucha. Más allá de las causas inmediatas, el llamado profundo que emergió en esos días fue el de un pueblo que deseaba ser oído, comprendido y reconocido en su humanidad. La Gran Logia Mixta de Chile invita a una reflexión serena sobre aquel momento que marcó profundamente la historia reciente del país. Más allá de las interpretaciones políticas o ideológicas, lo ocurrido fue la manifestación de una tensión acumulada en el alma nacional: una demanda por dignidad, reconocimiento y justicia que resonó en todos los rincones de nuestra sociedad.
Desde una mirada masónica, cada crisis representa una oportunidad para el aprendizaje colectivo, lo ocurrido no puede leerse solo como un hecho político o social, sino como una expresión simbólica del alma colectiva. Cuando las estructuras dejan de armonizar con los principios de equidad y fraternidad, la tensión busca su cauce. El estallido social reveló desigualdades, frustraciones y carencias que por largo tiempo se habían mantenido bajo la superficie, pero también mostró la fuerza de una ciudadanía dispuesta a hacerse oír. En esa dualidad —dolor y esperanza, ruptura y búsqueda— se encuentra una lección que no debe olvidarse: ninguna sociedad puede crecer sin escuchar con humildad el clamor de su pueblo ni sin cultivar el respeto mutuo que sostiene la convivencia. Y aunque el estallido fue doloroso y desbordante, también fue una oportunidad para reflexionar sobre lo que hemos construido —y sobre lo que todavía falta construir— en torno al ideal de una sociedad más justa y solidaria.
Para la Masonería, los acontecimientos de 2019 deben inspirarnos a mirar hacia adentro, como personas y como comunidad. El progreso no se mide solo por los logros materiales, sino por la capacidad de reconocernos en el otro, de construir puentes en lugar de muros, y de anteponer el bien común a los intereses particulares. Así como el masón pule su piedra bruta para alcanzar la armonía, Chile debe seguir puliendo sus propias asperezas para avanzar hacia una sociedad más justa, fraterna y humana.
Hoy, seis años después, el desafío sigue siendo el mismo: aprender del pasado sin odio ni rencor, transformar la desconfianza en diálogo y el desencuentro en oportunidad. La Gran Logia Mixta de Chile reafirma su compromiso con los valores de la verdad, la libertad y la fraternidad, convencida de que el porvenir del país dependerá de nuestra capacidad de escucharnos, de respetarnos y de trabajar unidos en la construcción de un futuro donde la dignidad no sea un anhelo, sino una realidad compartida.
Que el recuerdo de aquellos días no sea un motivo de división, sino una invitación a continuar el trabajo interior y colectivo que toda nación libre y justa requiere. Porque la verdadera transformación no comienza en la calle ni en el palacio, sino en el corazón de cada hombre y cada mujer dispuestos a comprender, servir y construir con sabiduría.