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Día de la Antártica Chilena

Territorio de Paz, Ciencia y Fraternidad

Cada 6 de noviembre, Chile conmemora el Día de la Antártica Chilena, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el compromiso de nuestro país con el conocimiento, la cooperación internacional y la preservación del planeta. Este día recuerda el Decreto Supremo N° 1747 de 1940, que definió los límites del Territorio Chileno Antártico, reafirmando la presencia nacional en uno de los lugares más remotos y puros de la Tierra.

La Antártica es más que una extensión de hielo y silencio. Es un símbolo de unidad universal, donde la ciencia y la paz se imponen sobre las fronteras políticas. En este continente sin banderas, los pueblos cooperan en nombre del saber, la investigación y la protección del medioambiente. Allí, la humanidad demuestra que puede actuar guiada por principios éticos superiores, poniendo el conocimiento al servicio de todos.

Desde la Gran Logia Mixta de Chile, este espíritu tiene una profunda connotación simbólica y filosófica. La Antártica representa el templo blanco de la pureza y la verdad, donde el ser humano se enfrenta a sus propios límites para comprender la naturaleza y a sí mismo. Así como el iniciado masón busca la luz en medio de la oscuridad, el explorador científico busca la verdad en el corazón del hielo, con humildad, rigor y perseverancia.

La Masonería Mixta reconoce en el Día de la Antártica Chilena una oportunidad para reafirmar su compromiso con la fraternidad universal, el respeto a la naturaleza y el fomento del conocimiento como herramienta de progreso moral y social. En este continente de paz, donde la cooperación reemplaza a la competencia, se materializan los valores masónicos de solidaridad, trabajo colectivo y búsqueda del bien común.

Celebrar este día es rendir homenaje a quienes, con esfuerzo y visión, han llevado la presencia chilena a esos confines del mundo. Pero también es recordar que la Antártica no pertenece a nadie, sino a la humanidad entera. Es un recordatorio de que el verdadero poder no se ejerce sobre la tierra, sino sobre el espíritu: el poder del saber, del respeto y de la fraternidad que une a los pueblos más allá del hielo y del tiempo.