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Junto con la Igualdad y la Libertad, la Fraternidad es parte de la tríada

con la que comienza el mundo moderno con el lema de la Revolución Francesa y de los revolucionarios del siglo XVIII y XIX.  La palabra fraternidad tiene un origen religioso, entendida como los que son hijos de un mismo padre, en sentido teológico y, en sentido laico, alude a la pertenencia a la humanidad.

La Fraternidad podría entenderse como la buena correspondencia entre quienes se consideran hermanos o se tratan como tales. Ella exige desprenderse de prejuicios, antagonismos, intolerancias. Sin embargo, vivir en sociedad es vivir en relaciones de permanente conflicto, aunque también de colaboración y solidaridad.

En Masonería se postula la Fraternidad, como un valor, porque es una institución fuertemente ligada a la práctica de la hermandad al interior de los Templos y de forma universal, conectada con el desarrollo espiritual de sus miembros y con el bienestar de la humanidad.

La Fraternidad puede entenderse también como amor al prójimo o la capacidad de poner en práctica el deseo de bienestar para aquellos con quienes convivimos. Implica contar con la compañía de otras personas y creer en la dignidad de los seres humanos. El deseo de que todos se liberen de los sufrimientos, nos obliga a ponernos en el lugar del otro, superando el egoísmo para comprometernos con el bienestar del prójimo y la comunidad, cualesquiera sean las circunstancias.

A través de este valor llegamos al mutuo respeto y, también, a ser seres reflexivos, que piensan la sociedad en la que quieren vivir y cuál es el camino para lograrlo, permaneciendo conectados y conscientes del mundo en que estamos viviendo.

Octavio Paz nos dice que la Fraternidad “es el valor que nos hace falta, el eje de una sociedad mejor. Nuestra obligación es redescubrirla y ejercitarla”.